Bastante
tiempo lleva en cuestionamiento el proyecto de Cencosud denominado Costanera
Center. Que es un desatino y una muestra de egocentrismo de Paulmann, que es
antiestético ya que es un hito urbano que atenta contra la ciudad (similar a lo
que ocurre con el Mall de Castro), que generará un caos vehicular de
proporciones y que no tendría solución. En fin. Pues bien, todo lo anterior es
cierto, pero no tanto.
Cuando
está a punto de inaugurarse el proyecto de la torre más alta de Sudamérica comienzan
a sonar voces por todos los medios sobre el caos vehicular que se generará en las
Avenidas del sector (Andrés Bello, Apoquindo, Providencia y Vitacura) y vías
aledañas, alias, el no menos presuntuoso, ‘Sanhattan’. ¿Alguien tenía alguna
duda cuando se presentó el proyecto para su aprobación en el municipio de
Providencia el año 2005? ¿Por qué recién hoy se percataron de ese “detalle”?
Este es un problema trascendental de nuestra legislación urbana, formulada con
la clara intención que los privados puedan desarrollar sus proyectos sin
hacerse cargo de las externalidades negativas que ellos generan. Acá el bien
común no importa. Parece que el beneficio social temporal que generarían los
proyectos (empleo) está por sobre el bien común permanente. Falacia. Bueno,
como todo en Chile, el que manda es el mercado. Nada de regular ¿para qué? No
le pongamos trabas a los inversionistas, que vienen a darnos trabajo.
Esto
ocurre en todo Chile. ¿Se ha preguntado por qué cuando se instala un colegio
privado (que claramente genera atochamiento vehicular en horas punta) no se
invierte en “mitigaciones viales” como pistas adicionales, semaforización,
estacionamientos adecuados…? O cuando se instala un ‘Strip Center’, o un nuevo edificio.
O cualquier edificación que implique mayor flujo vehicular. Pero claro, como el
Costanera Center afectará a ciertas personas más que a otras, obtiene toda la
atención de los medios. ¿A alguien le importa el caos vial actual en el 14 de
Vicuña Mackenna o en Av. Pajaritos, o en Estación Central o en Regiones?
Varios
han dicho que Horst Paulmann es un egocéntrico y que la
Gran Torre Santiago no es más que el símbolo
de su codicia, similar a las pirámides para los faraones. Lo más probable es
que esto sea efectivo. La pregunta es ¿Y qué? Todo el mundo quiere dejar un
legado en esta ‘suciedad’ y quienes poseen dinero a destajo lo hacen con
excentricidades. Porque nadie dijo nada de Abraham Senerman cuando el 2010
inauguró Titanium La Portada ,
o no se discute que Donald Trump tenga sus rascacielos en EEUU como su edificio
corporativo en Chicago. Pues bien, esta torre será para Paulmann su propia
Torre Eiffel (tienen similar altura), pero para Santiago puede ser cualquier
cosa.
Distinto
es que a algunos les parezca estéticamente poco agraciada la torre o que urbanísticamente
parezca cualquier cosa menos un hito urbano, según otros. Se compara con el
Mall de Castro y se advierte que es un adefesio, un insulto al arte y un
atentado a la ciudad. Pues el diseño del argentino César Pelli, los chilenos
Alemparte Barreda y Asociados (junto con Watt International) tampoco es de mi
agrado. Pero pasará lo mismo que ocurrió con la torre de vidrio junto a la Catedral , con la torre
Santa María, la de Telefónica, en fin, que pasarán a ser parte del paisaje
urbano, se mimetizarán y pasarán casi inadvertidas (si no fuere por la altura,
claro está). Pero comparar esto con lo del Mall de Castro es otra cosa. Acá no
hay patrimonio cultural que se vea afectado. Quienes indican que en Castro la
ciudadanía terminó con la controversia al aprobar mayoritariamente la
construcción del centro comercial, no entienden el trasfondo. Nadie duda
(aunque a algunos no nos gusten los centros comerciales) que la mayoría de los
ciudadanos quieran tener los supuestos indicios de modernidad en sus ciudades
como pueden ser estas edificaciones comerciales. El tema acá es dónde y cómo se
construyen.
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