domingo, 14 de julio de 2013

Derecho de decidir sobre el propio cuerpo

La consigna femenina de “yo decido sobre mi cuerpo” ha adquirido nueva relevancia a partir del dramático caso de la menor constantemente violada por su padrastro cuyo resultado fue su actual estado de embarazo. Nuevamente al debate el aborto legal en Chile. En la vereda del frente, los fundamentalistas pro vida que se niegan a cualquier tipo de aborto argumentando que la Constitución asegura el derecho a la vida del que está por nacer. El resultado es que en Chile no se avanza un milímetro en solucionar una problemática que afecta a muchas mujeres. Al contrario, en Chile se eliminó el aborto terapéutico hace un par de décadas.

A partir de los debates políticos se puede rescatar tres tipos de causalidades de carácter excepcional para practicar legalmente el aborto: el aborto terapéutico, esto es, cuando el embarazo pone en riesgo la integridad física de la madre, el aborto por embarazo forzado (producto de una violación) y el aborto por inviabilidad del feto. Esto claramente, por ahora, deja de lado de la discusión el aborto por embarazo no deseado, el cual es, sin duda, a lo que las voces exaltadas llaman a gritos cuando vociferan la consigna “yo decido sobre mi cuerpo”.

De las tres causas excepcionales para invocar al aborto, dos tienen una clara connotación médica; científica, si se quiere. Un feto inviable y el riesgo de la integridad física de la madre son argumentos médicos para determinar que un embarazo puede/debe ser interrumpido. Es extraño que los fundamentalistas pro vida insistan en que estas no deben ser consideradas causas dables o posibles para dicha interrupción. En el primer caso, claramente no se protege al que está por nacer ya que una vez nacido el neonato fallece. En el segundo caso se arriesga otra vida, la de la madre. Ante la primera situación la legislación claramente debe dar la posibilidad a la madre de decidir. Se debe anotar aquí que la decisión puede ser continuar con el embarazo o no, pero se debe dejar decidir. En el segundo caso, debe ser el médico, con el consentimiento de familiares, quienes deben tomar la decisión. Aquí no caben dobles interpretaciones.

Para el caso de embarazos forzados (por violación) el tema se dificulta por varias razones. De acuerdo a los estudios difundidos, un muy bajo porcentaje de las mujeres que son violadas quedan embarazadas. Ello se debe a que en una situación traumática la concepción se obstaculiza biológicamente, en otros porque la violación ocurre en períodos no fértiles de la mujer y, en otras por que el abusador no es capaz de engendrar, etc. En cualquier caso, ¿qué hace la sociedad con el escaso número de casos en que si se produce el embarazo? Hoy las posibilidades son dos: continuar con el embarazo o la píldora del día después. Si hablamos de violaciones, se debe entender que una mujer debe tener acceso a esta píldora.

En el noticioso caso de la menor, su embarazo no se debe a una violación fortuita. Era una situación permanente. Acá la responsabilidad se diluye entre el abusador, la madre de la menor y su entorno. Es un caso social dramático y que ocurre en ciertos espacios de nuestra sociedad. Pero claramente escapa a las estadísticas.

El problema aquí está en la certificación necesaria para determinar la violación y en el plazo para hacerlo. Tras una violación, decíamos, la píldora es la mejor alternativa. Luego, pasado un plazo razonable, en médico del SML es quien podría efectuar este trámite ya que de esperar el trámite legal el embarazo no deseado llegaría a su término. Pasado este plazo el “derecho al aborto” podría o debiese expirar. La certificación debiese incluir de todas formas un proceso penal al cual la violada debiese someterse, lo cual aumenta el trauma de la violación y del aborto. De todas formas, parece que es un camino que podría seguirse si se desea generar un procedimiento que evite que cualquier mujer invoque violación para abortar si tiene un embarazo no deseado (aunque la consumación del acto haya sido consentida). De otra forma, ésta sería la forma de abrir la puerta a cualquier tipo de aborto.

Porque aquí está el punto en el cual se generan las mayores discrepancias. Mientras unos postulan que el aborto debe ser un derecho de decidir ya que se treta de su cuerpo, para otros, este cuerpo es el vehículo de la vida, vida que debe protegerse por sobre una decisión (sino caprichosa, al menos poco responsable) de la mujer. Porque sistemas anticonceptivos existen múltiples, incluso para los casos de violación, pero el aborto no debe constituir un mecanismo de control de la natalidad. La irresponsabilidad, en estos casos, no es el pretexto para causar un homicidio. Porque aunque digan lo contrario, un aborto es eso.

Para esto últimos casos ya surgen algunas voces señalando algunos elementos para la discusión: que el aborto se practica igual y que se generan desigualdades ya que quienes pueden acceder a médicos que lo practiquen clandestinamente, tienen bajos riesgos mientras quienes no tienen dicho acceso el riesgo a la integridad física de la madre aumenta; que el aborto debe ser considerado un mecanismo que disminuya los casos de abandono ya que cada vez es menos la capacidad del Estado y de la sociedad de hacerse cargo de estos niños; que los hijos no deseados presentan una serie patologías psicológicas y les cuesta insertarse en la sociedad, entre otros.


Esta ya es otra discusión donde la mujer decida sobre su cuerpo.

martes, 2 de julio de 2013

El shentro shotsial

En los últimos días el video del comediante Stefan Kramer, A votar!, en el cual representa a la perfección a José Antonio Gómez, remeda a un lánguido Andrés Velasco, imita a un hiperactivo Claudio Orrego y simula a un enérgico Pablo Longueira ha sido viral con más de un millón de reproducciones en You Tube. Más allá del excelente trabajo de imitación, el video será recordado por la exagerada forma fricativa del hablar de Longueira y su expresión “shentro shotsial”. Más allá de lo gracioso de la dicción, el concepto de “centro social”, que ya había sido cuestionado a partir de un debate semanas atrás, la noción requiere un análisis.
El centro, políticamente hablando, corresponde a un conjunto de pensamientos, dentro del espectro político, que se encuentran en una posición moderada y consensuada entre aquellas ideologías de derecha, conservadora y capitalista, y aquellas de izquierda, progresista y socialista. Esta es una visión algo retrógrada para simplificar en una sola dimensión el espectro político. En este enfoque tradicional de observar los pensamientos políticos, el centro cobra importancia ya que corresponde a un grupo que, a modo de punto de apoyo de una balanza, inclina las elecciones hacia uno u otro lado cuando toma una posición hacia los extremos. Esto es de gran importancia en el análisis estratégico electoral y con mayor significación para sistemas electorales binominales como el chileno. La mayor dificultad del análisis electoral corresponde a la determinación del volumen de personas que se definen de centro y su tradicional grado de abstención (en los sistemas de votación voluntario) y de rechazo (anulación de votos en los sistemas obligatorios de sufragio).
No obstante, como se dijo, el centro corresponde a una mirada sesgada y anticuada de visualización del espectro político. Peor aún, se le ha tratado de caracterizar de distintas formas, probablemente muchas de ellas erradas: que es más conservador que liberal, que tiene un pensamiento social cristiano, que está compuesta por personas de clase media y media alta, que es aspiracional, entre otros.
En Chile, es un hecho que el centro es un grupo en franca reducción. Entre el año 2010 y el 2012, las personas que se identificaban de centro bajaron de 18 a 10% (Encuestas CEP). La misma encuesta, sin embargo, marca que es muy susceptible a los hechos del acontecer nacional, identificándose rápidamente hacia uno u otro extremo, según dichos hechos. Lo anterior sólo ratifica lo que es una percepción clara de que el país ha cambiado en los últimos años y que la mirada unidimensional ya no es válida para determinar el centro. Hay una marcada polarización. Algunos hablan de la izquierdización de la política. Esto sólo se confirmará en noviembre.
Lo cierto es que algunos, como Orrego, apostaban por un centro conservador, social cristiano y aspiracional. El conservadurismo y la doctrina social de la iglesia en Chile está claramente representada más por una derecha pechoña que por un centro. Otros, como Velasco, creyeron en un centro liberal y socialdemócrata, con más acierto. Allamand, definió un grupo extraño de centro: liberal pero no tanto, capitalista y aspiracional; parece que no hay un centro de esas características. Otros esperan atraer a un centro progresista y socialdemócrata, como Marco Enríquez-Ominami, el cual le rindió frutos el 2009; ahora no se sabe qué pasará con este grupo, si es que existe. Finalmente, Longueira apostó por un centro social, el cual no está bien definido, pero parece ser un grupo de clase media emergente que teóricamente no se siente representado por nadie.

El caso es, que la única candidata que apostó sólo por la izquierda arrasó en las primarias. Ello significa varias cosas: La izquierda parece ser mayoría; la derecha (por defecto) es minoría. Pero aún más minoría es este centro que bordea el 20%. Pero por mínimo que sea, definirá la elección de noviembre. Por eso todos querrán conquistar este centro, liberal, progresista, aspiracional o “shotsial”.

lunes, 1 de julio de 2013

Bachelet Non Stop

El que de los casi tres millones de votos válidamente emitidos en la reciente elección primaria, el 53% hayan sido para la ex presidenta ha sido explicado de diversas formas, algunas peyorativas y otras eufóricas. La mayoría se centra en que obtuviese el 73% de los votos al interior del pacto Nueva Mayoría y, como de antemano se la daba por ganadora, la cifra casi carece de relevancia. Pero no deja de ser sorprendente.
Es cierto que las encuestas (tan vapuleadas y vilipendiadas últimamente) la daban por ganadora, pero nadie, ni los más optimistas socialistas esperaban que arrasara. Porque, seamos francos, eso fue lo que pasó: por paliza. Y con esta elección se derrumban mitos, como el que el caso 27 F afectó su imagen, para que comentar el avasallador triunfo de Bachelet en las zonas afectadas por el tsunami.
Pero qué explica este fenómeno electoral. Algunos se aventuran a pronosticar un triunfo en primera vuelta en noviembre; otros bajan el perfil y aseguran que cuando Lagos ganó a Zaldívar en primarias, luego empató técnicamente con Lavín. Pero eso no es comparable, tanto porque eran otros tiempos como porque no tenemos una comparación de lo que hubiese ocurrido en una primaria de la Alianza con Lavín compitiendo. El 27% de votos obtenidos por ambos candidatos de la derecha es el único indicador real de lo que hoy piensa la ciudadanía que se expresó en las urnas.
Muchos indican que la expresión de quienes concurrieron a las mesas electorales el domingo pasado son sólo partidarios y que cuando sea la elección general la composición volverá a la clásica fracción de fifty fifty. Eso es muy relativo. Habiendo votado más del 50% de electores que concurrieron para las anteriores elecciones con modalidad voto voluntario, la premisa se relativiza mucho. De mis clases de estadística recuerdo una máxima que indica que por más que agreguemos individuos al universo, el resultado es casi el mismo. Por ejemplo, bastó con saber lo que ocurría con el 20% de las mesas escrutadas para saber cuál era la tendencia general. A medida que se fue ampliando la muestra (agregando individuos al universo), los porcentajes variaron insignificativamente, excepto para las competencias estrechas, como ocurrió con la Alianza. Pero eso es parte de la representatividad de la muestra, cuestión que no vale la pena extenderse aquí.
Lo único diferente para noviembre es la incorporación del resto de los candidatos y la redistribución de los votos de los perdedores en esta vuelta. Pero Bachelet ya tiene un piso de más de un millón y medio de votos. En el mejor escenario de participación, si votasen los tradicionales 7 millones de chilenos que han tenido las últimas 5 elecciones presidenciales, la ex mandataria tendría ya cerca del 25% de los sufragios.
A Bachelet nadie la para. Ni el tsunami, ni las descalificaciones. Lo único que puede evitar su triunfo en noviembre es el trabajo de los candidatos que no estuvieron en la papeleta del domingo pasado. Cuántos electores sean capaces de convocar puede hacer que los votos no le den para una mayoría absoluta. La polarización del resultado indica que ambos bloques tratarán de disputarse el centro (liberal, social o como le llamen), que quedó huérfano y que se estima es cercano al 20%. Excepto que se lo “roben” otros candidatos.

Pero en segunda vuelta, claramente ya se conoce a la ganadora. Bachelet Non Stop.