lunes, 16 de abril de 2012

Ineptum ad regere. Más que un insulto.


Inepto’ se transformó en la palabra de moda durante los últimos días en nuestro país a raíz del uso del adjetivo empleado por el semanario británico The Economist para calificar la gestión del presidente Piñera en medio de una serie de hechos sociales que derivan de una inequidad socioeconómica. Su uso fue considerado un insulto y un error por parte de la Moneda. Lo cierto es que, como muchos conceptos que existen en nuestra exquisita lengua castellana, el término inepto no es de uso habitual en nuestro léxico y, por tanto, tiende a ser mal interpretado. Inepto viene del latín ineptus y da a entender que alguien no es apto para algo, es decir, no es idóneo, o no tiene habilidad para hacer algo. Por ende, se refiere a alguien que no es capaz o no tiene las competencias.
Claramente su uso no es ofensivo ni insultante, pero puede ser utilizado en forma despectiva o peyorativa.  En “chileno” no es igual decir ‘no tiene las competencias’ a decir ‘incompetente’ o ‘no es capaz’ en vez de ‘es incapaz’. Cualquiera sea el caso, es equivalente a cuando quienes hoy rasgan vestiduras por su alusión al mandatario, ayer indicaban que la ex presidenta Bachelet “no le daba el ancho”, formula igualmente despectiva o peyorativa. Hoy sabemos que, cualquiera sea el vocablo utilizado, en ambos casos, y para cosas o acciones distintas, su empleo es y era correcto. El punto está en otro foco: quien lo dice y cómo lo dice.
Cuando quien lo dice no es el adversario político y tiene cierta autoridad, sea moral o intelectual, el uso del concepto suele lacerar más. Esta parece ser la cuestión.
El artículo de The Economist no dice nada que no sepamos ni entrega ningún diagnóstico distinto del que conozcamos. Es más, todos están de acuerdo. Por tanto, cuando la forma es más importante que el fondo, las cosas suelen perder el foco.
En tema central debiese ser el cuestionamiento acerca de la gestión versus la popularidad del mandatario. ¿Cómo es posible que si los logros parecen ser tan maravillosos durante los últimos dos años, el presidente tenga tan bajos niveles de aprobación? Si ambas premisas son ciertas, claramente el presidente es un buen gestor pero un mal político. Es decir, es inepto para gobernar. Es curioso como siempre la percepción de la economía ha ido a la par con la percepción de la gobernabilidad… hasta ahora.
El asunto es que hoy, más que nunca, a la gente ya no le importa que al país le vaya bien, que el cobre esté por las nubes, que la inflación sea baja, que el crecimiento se haya acelerado. Lo importante es que a la gente no le va tan bien mientras el combustible sube, los productos suben (curiosa forma la medición de la inflación), y los sueldos están iguales, y para colmo, existen colusiones, monopolios arbitrarios, repactaciones unilaterales, mala calidad de los servicios (salud, educación, servicios públicos y privados) y cobros abusivos.
Y todo eso ¿es a causa del gobierno? Claramente no. Pero si el gobierno no logra entender las demandas ciudadanas y, peor aún, no sabe resolverlas y parece representar justamente lo que se desea cambiar, lógicamente los niveles de aprobación seguirán por el suelo.

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