La
primera semana de mayo, cuando Adimark entregó los resultados de su encuesta de
evaluación del gobierno, y el presidente Piñera caía a su nivel más bajo de
aprobación con un 26%, al oficialismo se le cayó el mundo encima. Una semana
más tarde, los resultados del estudio de opinión pública semestral del CEP
terminaron por desmoralizar a los más optimistas del gobierno con el magro 24%
de aprobación. En términos generales, ambas encuestas evidencian una misma situación
–que ya no puede ser negada por nadie– la calificación o evaluación al
gobierno, al presidente, al poder legislativo, al oficialismo y a la oposición,
en general, a toda la clase política, está por el suelo.
Lo
que sorprende de esta fotografía social es que no se logra una explicación para
esta evaluación negativa y, en consecuencia, aparecen especulaciones y
reflexiones de todo tipo. Ésta es una más.

Parte
de la ciudadanía se desencantó del presidente. Los ofertones no llegaron…
publicidad engañosa. Y allí está la famosa “letra chica” de las leyes sociales
del oficialismo. Parte de este efecto se debe a que los sistemas
comunicacionales del gobierno dejan mucho que desear y, por otra parte, al
constante vapuleo de la oposición a cada iniciativa gubernamental.
Por
otra parte, se critica duramente el hecho de que el gobierno carece de manejo
político. Esto que podría parecer sólo una crítica desde la oposición, tiene
efectos reales cuando frente a los conflictos y movimientos sociales, el
gobierno parece errático y, en vez de solucionar con convicción las problemáticas.
Parte de la ciudadanía lo percibe así y aparecen algunos de los atributos que más
se le critican al presidente: autoridad (43%), capacidad para resolver
problemas (45%), liderazgo (40%). Lo anterior lleva a la pérdida de confianza
(29%) y del respeto (34%).
Otra
parte de la ciudadanía, la parte más conservadora que tradicionalmente ha
votado por la derecha, siente que este gobierno no es un gobierno de derecha
propiamente tal. El SERNAC financiero, la reforma tributaria, entre otros, son
muestras de aquello. La UDI
no deja de patalear por ello y con razón. Piñera no es creíble ni es querido.
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