Desde
hace ya algunos años se puede leer en algunos medios sobre la deuda con la
clase media. El concepto fue objeto de culto en la campaña presidencial y se
ofreció “alma y corazón” con la clase media y otro candidato prometió ampliar
la protección social. Peno más allá de los compromisos de campaña, la pregunta
que cabe hacerse en primer término es ¿qué es la clase media? para luego
ocuparse de por qué es objeto de interés político.
Nada
puede ser más difícil que definir algo que lleva el adjetivo ‘medio/a’ ya que significa,
literalmente, lo que es igual a la mitad de algo o que está entre dos extremos,
en el centro de algo o entre dos cosas o en un período entre dos tiempos. De
allí derivan otros conceptos como promedio o intermedio. Luego, otra acepción
se relaciona con las características o condiciones generales de un grupo
social, de una época o de algún tipo de agrupación, p.e. “el ciudadano medio”
(que es menos prosaico que “el ciudadano de a pie”). Se amplia así el sentido
de las acepciones literales hacia una que involucra no solo a la parte que en
una cosa equidista de sus extremos sino a la mayor parte de la cosa expresada,
como una figura hiperbólica; p.e. “medio Chile está bajo el agua”. Pero también
se utiliza el concepto para expresar una acción incompleta, p.e. “a medio
vestir”. Se entenderá, entonces, que las distintas acepciones del concepto son,
justamente, ‘medio’ confusas. Por último, es destacable que el significado
referido a la mitad de las cosas, varíe
paradójicamente hacia el sentido opuesto: ‘medio’ también se refiere al
conjunto de circunstancias culturales, económicas y sociales en que vive una
persona o un grupo humano o, biológicamente hablando, al conjunto de
circunstancias o condiciones exteriores a un ser vivo que influyen en su
desarrollo y en sus actividades, p.e. “habita en un medio acuático”. Es decir,
se hace referencia a lo envuelve una cosa, principalmente un ser vivo, y no al
centro de la cosa expresada. En fin, mucha divagación y verborrea etimológica.
Si
ya es difícil entender el adjetivo, cuando califica al sustantivo ‘clase’ se
hace muy compleja su comprensión. Partamos por decir que no existe una clase
media sino varias y que desde la sociología se prefiere hablar de ‘estrato’,
‘sector’ o ‘nivel socioeconómico’ que es más preciso y no hace referencia a un
ámbito amplio sino segmentado. Llegué a pensar en la ‘clase media’ escuchando
una empalagosa canción ochentera en la radio que me recordó los miti-miti de
fruta. Nada más ad-hoc para derivar en el concepto de ‘medio’. Pero en realidad
hice memoria de aquellos años en que era mucho más fácil identificarse con una
clase social y claramente uno reconocía quien era o no de la clase media. Muchos
se identifican con la familia de los Herrera de los 80.
Es
justamente a partir de esa tortuosa pero entrañable década que la clase media
chilena cambia radicalmente. Ya no está constituida exclusivamente por
funcionarios públicos o de servicios financieros sino que emergen los jefes de
hogar dependientes de privados: técnicos y profesionales de nivel medio,
empleados de oficina, trabajadores de servicios privados y vendedores de
comercios, operarios de artes mecánicas y de otros oficios. Esta masa fue
creciendo durante los ’90 en función de tres factores: la disminución de la
pobreza de 39% a 18%, la profesionalización de los jóvenes y el crecimiento
económico del país. Este resultado generó una clase media diversificada: un
estrato medio-bajo –muy vulnerable– que apenas se diferencia de las clases
empobrecidas cuyo origen es que han superado matemáticamente la línea de la
pobreza a partir de las políticas sociales (parte del sector D); un estrato
medio que se ha generado por la providencia del “chorreo” y que hoy se ha
denominado peyorativamente “clase media aspiracional” –como si el resto de los
estratos no tuviera aspiraciones– (el
sectores C3 y C2); luego un estrato medio-alto compuesto por los nuevos profesionales
y por la movilidad social generada por el crecimiento económico y que se
denominan siútica y pomposamente “clase media acomodada” (C1 inserta en el
ABC1). Claro está que internamente dentro de cada estrato hay diferencias. Un
ejemplo grafica mejor. Una familia tradicional (hogar nuclear completo) cuyos
miembros parentales son un oficinista y una vendedora del retail con hijos en
colegios subvencionados pertenecen al sector C2, mientras que una familia con
jefa de hogar (hogar nuclear incompleto) profesional con hijos en colegios
particulares pagados también forma parte del sector C2. Otro ejemplo, otra
familia tradicional con miembros parentales dueños de un pequeño almacén de
barrio y con hijos pueden pertenecer al sector C3 mientras que una familia
tradicional cuyo jefe de hogar es campesino, también pertenecen a ese sector. Un
tercer ejemplo. Una familia con jefa de hogar que trabaja en el servicio doméstico
y con hijos en colegios municipales pertenece al sector D, sin ser una familia
bajo la línea de la pobreza, mientras que un hogar formado por un jubilado ex
oficinista y su cónyuge, también.
Entonces,
¿es posible definir esta clase media como una sola? Se estima que un hogar de la
clase media en Chile obtiene rentas mensuales de entre $225.000 y $775.000. Parte
del problema es determinar los miembros económicamente pasivos de estos hogares
a fin de definir el per cápita. Allí radica la diferencia de ‘niveles socioeconómicos’.
Un hogar con una renta de $225.000 y con tres miembros en la familia es clase
media; con cuatro ya es clasificado de pobre: la dureza de los métodos de
medición de la pobreza. Al revés, un hogar de 2 integrantes con una renta de
$775.000 es ABC1; con más integrantes ya es C2.
Todo
lo anterior es un breve análisis interno. Si comparamos nuestra “clase media”
con la de otros países, son evidentes dos aspectos: el bajo nivel
socioeconómico de esta clase social en Chile y lo disminuida que es en
representación demográfica, social, cultural y política. Pero de eso me ocuparé
en otro blog.
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