Un verdadero
ataque de prohibinistis aguda afecta a varios congresistas (bancada médica) y
ONG en Chile. Parece ser que algunos parlamentarios (que poco tienen de
representantes) y ciertos líderes de ONG que supuestamente se arrogan el título
de representar a los ciudadanos han llegado a la conclusión que justamente los
ciudadanos somos idiotas. En virtud de esa estupidez que nos aqueja, han
decidido vedar ciertas libertades. Ello tiene una doble lectura: mientras por
una parte prohíben, tampoco entregan alternativas; y en segundo término,
mientras prohíben ciertas conductas humanas y sociales, otras, igual o más
perniciosas, son absolutamente dejadas de lado. El punto es ¿dónde está el límite
donde el Estado decide por uno? Ese límite no existe; es una frontera amplia
donde el bien común choca con los derechos privados y en ese espacio se
discuten ciertas barbaridades, demagogias a veces populares y otras veces desprestigiadas.
¿Por qué se prohíbe
la marihuana y no el tabaco? ¿Por qué se desea prohibir la venta, a todos los menores
de edad, de ciertos alimentos?
Claro, cuando se
prohíbe algo que no tiene alternativas (o substitutos como se diría en economía),
se coarta completamente la libertad del individuo a decidir, a elegir. Creo preferible
el monopolio a la inexistencia de oferta.
Es cierto,
muchas de las intenciones de prohibir ciertos productos son absolutamente
honestas y bien intencionadas. Sin embargo, quitándole responsabilidad a la
gente (y tratándola como idiota) no se consiguen solucionar los problemas que
teóricamente se buscan mitigar. Aquí el diagnóstico es correcto, el problema es
concreto, tal vez las causas no están bien determinadas y, peor aún, las
propuestas de solución están claramente erradas.
El problema no
es la adicción al cannabis, es el narcotráfico que se produce justamente por su
prohibición. ¿Y que hace el Estado por los drogadictos? Las políticas de
rehabilitación en Chile son un chiste…de mal gusto.
El problema no
es que existan cadenas de comida rápida que expenden productos altamente
saturados en grasa. El problema es que el Estado no educa a los padres en el
consumo saludable de alimento para sus hijos. La obesidad infantil es una
problemática nutricional cuyas causas están en los hábitos alimenticios, no en
la oferta de alimentos.
Es contradictoria esta sociedad
que aboga por la no discriminación (arbitraria) y abre espacios para la
tolerancia, pero que, al mismo tiempo, restringe la libertad de los individuos
de elegir. Pero claro, la libertad individual tiene límites. Los derechos de
los demás y, por sobretodo, el bien común. Es allí donde se sustentan y
encuentran justificación muchas de estas prohibiciones. Pero el inconveniente
es que se intenta poner el foco justamente en ello, cuando el verdadero
problema y sus causas, como ya se mencionó, son otras.
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