viernes, 3 de agosto de 2012

Prohibir por prohibir. Prohibido prohibir.


Un verdadero ataque de prohibinistis aguda afecta a varios congresistas (bancada médica) y ONG en Chile. Parece ser que algunos parlamentarios (que poco tienen de representantes) y ciertos líderes de ONG que supuestamente se arrogan el título de representar a los ciudadanos han llegado a la conclusión que justamente los ciudadanos somos idiotas. En virtud de esa estupidez que nos aqueja, han decidido vedar ciertas libertades. Ello tiene una doble lectura: mientras por una parte prohíben, tampoco entregan alternativas; y en segundo término, mientras prohíben ciertas conductas humanas y sociales, otras, igual o más perniciosas, son absolutamente dejadas de lado. El punto es ¿dónde está el límite donde el Estado decide por uno? Ese límite no existe; es una frontera amplia donde el bien común choca con los derechos privados y en ese espacio se discuten ciertas barbaridades, demagogias a veces populares y otras veces desprestigiadas.
¿Por qué se prohíbe la marihuana y no el tabaco? ¿Por qué se desea prohibir la venta, a todos los menores de edad, de ciertos alimentos?


Claro, cuando se prohíbe algo que no tiene alternativas (o substitutos como se diría en economía), se coarta completamente la libertad del individuo a decidir, a elegir. Creo preferible el monopolio a la inexistencia de oferta.


Es cierto, muchas de las intenciones de prohibir ciertos productos son absolutamente honestas y bien intencionadas. Sin embargo, quitándole responsabilidad a la gente (y tratándola como idiota) no se consiguen solucionar los problemas que teóricamente se buscan mitigar. Aquí el diagnóstico es correcto, el problema es concreto, tal vez las causas no están bien determinadas y, peor aún, las propuestas de solución están claramente erradas.


El problema no es la adicción al cannabis, es el narcotráfico que se produce justamente por su prohibición. ¿Y que hace el Estado por los drogadictos? Las políticas de rehabilitación en Chile son un chiste…de mal gusto.


El problema no es que existan cadenas de comida rápida que expenden productos altamente saturados en grasa. El problema es que el Estado no educa a los padres en el consumo saludable de alimento para sus hijos. La obesidad infantil es una problemática nutricional cuyas causas están en los hábitos alimenticios, no en la oferta de alimentos.

Es contradictoria esta sociedad que aboga por la no discriminación (arbitraria) y abre espacios para la tolerancia, pero que, al mismo tiempo, restringe la libertad de los individuos de elegir. Pero claro, la libertad individual tiene límites. Los derechos de los demás y, por sobretodo, el bien común. Es allí donde se sustentan y encuentran justificación muchas de estas prohibiciones. Pero el inconveniente es que se intenta poner el foco justamente en ello, cuando el verdadero problema y sus causas, como ya se mencionó, son otras.

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