Cuando se pensaba que la mayor novedad del censo 2012 era el cambio radical de pasar de un census de facto (recuento de toda la población presente) a un census de iure (recuento de toda la población residente estando presentes o ausentes, casi pasó inadvertido para la mayor parte de la población que desconoce las modificaciones de este hecho. Hoy, en cambio, la novedad radica en que nadie le cree a las cifras preliminares entregadas por el INE, aunque esto esté muy estrechamente vinculado a lo anterior.
Empadronar personas que están en un momento determinado en un lugar preciso permite contabilizar a todos los presentes en un tiempo definido. Así, quienes por diversas circunstancias pernoctaron en otro lugar, quedaban registrados fuera de sus residencias. Empadronar personas independientemente de si están o no presentes pero que residen en un lugar determinado, permite distinguir, efectivamente a los habitantes de un espacio geográfico particular. Lógico es pensar que existen más errores en el primer tipo de censo que en el segundo; sin embargo, parece que algo resultó mal.
Los cuestionamientos al cambio de tipo de censo comenzaron cuando suspicazmente se dijo que el gobierno quería aumentar las estadísticas de empleo al contratando directamente a los censistas (más de 20.000 en todo el país), que no querían arriesgarse a un boicot de los estudiantes (principales encuestadores en censos anteriores), y que no querían perder un día de productividad del país (los días censales eran feriados) para no mermar la macroeconomía.
Hoy los cuestionamientos están en que las cifras preliminares entregadas (16.572.475) no cuadran con aquellas estimaciones que proyectaban una población residente superior a los 17,3 millones de personas. Luego, no es infrecuente escuchar historias cercanas de personas que nunca fueron encuestadas, sea porque nunca un censista golpeó la puerta o porque en más de tres meses la dinámica de las mudanzas y la movilidad laboral evitaron ser censado en un lugar. La sospecha entonces es, se suponía que los habitantes en Chile éramos poco más de 17 millones y ahora resulta que “apenas” somos 16 y medio millones. Aún más, el INE advierte que como nunca, se llegó a empadronar a más del 98% de las viviendas. Un margen de error de 2% podría implicar que unas 340.000 personas estén ausentes en el conteo, pero una diferencia de entre 650 y 800 mil personas en más que un margen de error. ¿Qué pasó entonces?
Las proyecciones se hacen en función del crecimiento intercensal agregando siempre un factor de corrección de tendencia. Chile había crecido a una tasa anual de 1,25% entre 1992 y 2002 (1.768.031 personas se incorporaron a los habitantes en el territorio nacional en ese período). La tendencia, desde 1982 es a crecer a tasas cada vez más bajas, por tanto, el crecimiento proyectado para el período intercensal 2002-2012 debió ser inferior a esa tasa de 1,29% y, sin embargo, las proyecciones del propio INE indicaban una tasa superior. El error entonces, estuvo en la proyección y no en el resultado preliminar del Censo 2012. Aún así, la tasa anual de este período intercensal 2002-2012 es de 0,97%, muy por debajo de lo esperado por los propios demógrafos. Por tanto sí existe una diferencia; menor a la que se supone, pero diferencia al fin.
Es extraño, por ejemplo, que el crecimiento de las viviendas (conteo que se realiza previo al censo y realizado con más precisión) haya crecido en un 30,1% y que la población sólo un 10,1%. Entre el año 1992 y el 2002 el crecimiento de las viviendas también fue mayor (30,7% versus 13,5%), sin embargo –aquí está el meollo del asunto– fue un censo de hecho que sólo cuenta personas presentes y no residentes, por lo que este censo debió haber contabilizado un mayor porcentaje de habitantes.
Otro elemento extraño es el cambio en la tendencia del índice de masculinidad (relación de hombres por cada 100 mujeres). La tendencia en los censos anteriores fue al aumento de este índice (96,1 el año 1982, 96,3 el año 1992 y 97,0 el año 2002) y, sin embargo, el resultado preliminar del censo 2012 rompe la tendencia disminuyendo la relación a 94,7. Puede ser un efecto del cambio del tipo de censo, no obstante, un cambio tan drástico requiere de más explicaciones a fin de evitar más confusiones e incredulidades en los datos.
Por último, es importante destacar que siempre los datos preliminares son luego corregidos. El año 2002 se entregó una cifra preliminar que al año siguiente cambió levemente. Lo extraño es que normalmente disminuyen las cifras en vez de aumentar (al limpiar duplicaciones).
En síntesis, estos resultados siembran más dudas de lo esperado, pero todo tiene una explicación. Es de esperar que sean pertinentes y oportunas ya que esto no contribuye en nada a la alicaída credibilidad del gobierno.
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