16 son las víctimas fatales causadas por las bajas temperaturas de los últimos
días en el país y muchos rasgan vestiduras y se preguntan ¿cómo en un país que económicamente
crece al 5,5% ocurren estos hechos? Y apuntan al gobierno con el dedo y
critican las políticas sociales de la administración de turno –que no son tan
distintas de las de los gobiernos pasados–. Es cierto, esto es un hecho
extremadamente lamentable y hacía tiempo que no ocurría, sin embargo, antes de
sindicar culpables, ampliemos el espectro del análisis. En Chile, la mayoría de
las 8.000 personas (según datos oficiales) en “situación de calle” –como siúticamente
se les denomina hoy a los indigentes sin vivienda– son, en una gran proporción,
adultos mayores con problemas de dependencia alcohólica y/o con problemas psiquiátricos
o deficiencias mentales. Esta sola condición es un fenómeno social de exclusión
y marginalidad extrema que debe ser enfrentado por el Estado. Y sí, lo está
haciendo. Es un problema complejo por cuanto es difícil identificar y efectuar programas
orientados a solucionar los problemas sociales de fondo que aquejan a esta
población, más allá de la falta de techo.
Pero la pregunta es otra: ¿Qué hacemos cada uno de nosotros por contribuir
a esta problemática? Respuesta casi de Perogrullo para este tipo de preguntas: Nada.
Sólo espantarnos con las cifras y los hechos y criticar la ineficiencia del
gobierno.
Se dice que desde el punto de vista psicológico la transición entre los homíninos
del Pleistoceno Inferior (como el Homo habilis) y aquellos del Paleolítico
(como el hombre de Rodesia) se sustenta en la capacidad de estos últimos de
sentir afecto por otros de su misma especie. Así, mientras los animales que ven
desvalido a un miembro de su clan los abandonan a su suerte, los humanos
tenemos el instinto de acoger y ayudar al indefenso y al necesitado. Hoy lo
llamamos solidaridad.
La solidaridad es uno de los
valores humanos fundamentales por tanto rige –junto a otros como la responsabilidad,
la subsidiaridad, la tolerancia, el respeto y la lealtad– la convivencia social
y, por extensión, los modos de vida de las sociedades. Como otros valores
sociales, la solidaridad es una cualidad personal que tiene una manifestación
colectiva, sustentada en metas o intereses comunes.
Dado que la solidaridad es una cualidad personal –se es solidario o no–,
su forma de manifestación es una actitud circunstancial o permanente que
exhorta a responder favorablemente a las necesidades de terceros o a adherir a
la causa de otros. Dicha actitud se transforma en un comportamiento o conducta
cuando se concretiza en acciones. Esta actitud y conducta no se limita al
ofrecimiento de ayuda o asistencia en el entendido de hacer esfuerzos por poner
los medios que permitan a un tercero obtener o alcanzar algo, sino que implica
un compromiso con aquel que se intenta asistir. De este modo, la solidaridad es
una colaboración mutua entre las personas, a través de la cual una de ellas
entrega una asistencia que permite al asistido resolver ciertas necesidades o
carencias materiales o intangibles, mientras que el asistente se ve beneficiado
siempre de manera inmaterial o anímica por la satisfacción de obrar según
principios y valores humanitarios y
éticos.
Pero este impulso y tendencia intuitiva y espontánea que nuestra especie
demoró miles de años en adaptar, y que sociológicamente se denomina solidaridad
mecánica, nuestra ‘suciedad global’ en
apenas unos años trata de erradicar. El desarrollo de una cultura
individualista que está potenciada por el sistema socioeconómico actual, lleva
a una pérdida constante de la solidaridad. Sin embargo, existe una solidaridad
orgánica en la cual la especialización individual conlleva a la generación de
una fuerte interdependencia grupal, de modo que cada integrante de un colectivo
posee una parte de los conocimientos generales y sus recursos, por lo que todos
dependen de todos.
No nos sorprendamos pues que nuestro propio individualismo permita que se
extinga un valor tan humano como humanitario y sea más fácil apuntar con el dedo
antes de mirar la viga que tenemos en nuestro propio ojo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por comentar.