El análisis post electoral se ha apoderado de los medios y las redes.
No será este blog la excepción. Tres lecciones básicas son: (1) Bachelet no es
un fenómeno electoral ya que, pese a las nueve candidaturas (y la consecuente dispersión
de los votos), no obtuvo un resultado despampanante como el que se vaticinaba; (2)
se ratificó que la candidatura presidencial de la Alianza es muy débil, ya que no
alcanzó siquiera a obtener los votos de los diputados aliancistas; y (3) la primera
elección presidencial con sistema de voto voluntario generó una importante disminución
del electorado y una gran incertidumbre respecto de los pronósticos y los
resultados.
En efecto, tras las elecciones del 17 de noviembre, la segunda vuelta
(o ballotage, para los más siúticos) es un escenario absolutamente incierto.
Estadísticamente la ex presidenta tiene las mayores probabilidades de obtener
la victoria, y si no ocurre nada fuera de lo habitual y lo ordinario, este triunfo
es la situación más previsible. No obstante, la incertidumbre viene de la mano
del fantasma del “voto voluntario”, ese mismo que redujo los electores que
ejercieron su sufragio de 7.264.136 el año 2009, a casi 6,7 millones el pasado
domingo. Hoy, los comandos de las candidatas que van por la segunda vuelta
analizan la geografía electoral resultante y definen sus estrategias para un buen logro (una victoria lo más amplia
posible, en el caso de Bachelet, y una derrota honrosa, en el caso de Matthei).
En un primer escenario (irreal) es mantener una votación similar a la obtenida
en primera vuelta; en él, Bachelet obtendría el 65% y Matthei el 35%.
Si bien ese escenario es ficticio, en la Alianza saben que un triunfo
en segunda vuelta es un deseo más que una realidad o, al menos, una muy lejana
posibilidad, por tanto, el objetivo es disminuir la brecha entre ambas
candidatas lo más posible. En tanto, en la Nueva Mayoría saben que la victoria
es casi segura, por lo que sus objetivos son otros: al menos mantener la
votación de la primera vuelta, evitando la fuga de votos y, en lo posible,
conquistar nuevos votos. Efectivamente, el punto en común es la búsqueda de
nuevos votos, que en el caso de Matthei es imperioso, mientras que en el caso
de Bachelet es sólo secundario (primero es mantener los votos).
Por tanto, el análisis es, de dónde obtener nuevos votos, en un sistema
de elección voluntario. Mientras Bachelet obtuvo poco más de 3 millones de
votos (46,7%), Matthei sólo consiguió algo más de 1,6 millones (25,0%). En
tanto, la Nueva Mayoría obtuvo algo más de 2,9 millones de sufragios en las
elecciones de diputado (más de cien mil votos menos que los de Bachelet), la
Alianza alcanzó poco más de 2,2 millones (casi seiscientos mil votos más que los
de Matthei). Este es un primer elemento de análisis: el comando de Matthei debe
ir en búsqueda de esos votos; Bachelet no tiene donde crecer. Un segundo
escenario (algo más real), es que Bachelet logre mantener intacta su votación y
Matthei consiga todos los votos obtenidos por sus parlamentarios; en él Bachelet
obtendría el 57% y Matthei el 43%.
El problema en este escenario es que, por una parte, se asume que
Bachelet logrará que todos sus electores vuelvan a las urnas (algo difícil), y admite
que todos los electores de parlamentarios de la Alianza vuelvan a las urnas,
esta vez para votar por Matthei (algo más difícil), cuando no lo hicieron en
primera vuelta. ¿De dónde vienen estos votos de diputados y a dónde fueron a
parar en las elecciones presidenciales? Lo más probable es que sean mayoritariamente
votos a diputados RN y que se fueron a Parisi.
Si revisamos lo que ocurrió el año 2013 con Bachelet y Piñera –dicho sea
de paso, un candidato más competitivo que Matthei–, podemos tener algunas luces
de lo que podría ocurrir, recalcando que esta es la primera vez con sistema de
voto voluntario. En aquella ocasión competían por el sillón presidencial Piñera
y Lavín (de la Alianza), Bachelet (de la Concertación) y Hirsch (Humanista y
Ecologista). Los resultados en primera vuelto fueron 25,4%, 23,2%, 46,0% y
5,4%, respectivamente, pasando a segunda vuelta Bahelet y Piñera. En segunda
vuelta, Bachelet aumento de 3,2 a 3,7 millones sus votos, obteniendo el 53,5%,
mientras que Piñera no alcanzó a sumar todos los votos de Lavín, aumentando sus
votos de 1,7 a 3,2 millones. Bachelet, en esta ocasión, no sólo obtuvo los
votos de Hirsch sino que obtuvo unos 157 mil votos más, probablemente obtenidos
de los nulos y blancos de la primera vuelta.
Por tanto, surgen otras dos cuestiones: (1) qué pasa con los electores
de los otros candidatos presidenciales en una segunda vuelta y (2) qué pasa en
esta segunda vuelta con los electores que no concurrieron a sufragar en la
primera vuelta. Ambos son los temas más difíciles de pronosticar; pero no por
ello no los vamos a analizar.
Respecto del primer punto, si se asume que parte de los electores de
Marco Enríquez-Ominami, Marcel Claude, Roxana Miranda y Alfredo Sfeir no
concurrirán a sufragar, o si lo hacen serán mayoritariamente votos de rechazo
(nulos o blancos), hay unos 500 a 700 mil votos menos en segunda vuelta. Pero
también hay unos 300 a 500 mil votos potencialmente disponibles, los cuales
claramente son aprovechables por Bachelet. El tema es si será capaz de convocar
esos electores. Una verdadera incógnita son los 665 mil votos de Parisi. Sólo
por presagio se podría estimar que un tercio de esos votos se irían a Matthei,
otro a Bachelet y otro no votará.
En cuanto al segundo punto, es muy poco probable que quienes no se
sintieron llamados a votar en primera vuelta (con nueve alternativas) concurran
a la segunda vuelta, en un clima electoral donde el elector está convencido que
los dados están echados y que no hay nada en juego, a pesar de lo que los
comandos puedan intentar transmitir.
Así las cosas, lo más probable es una
disminución de votos válidos (más cercanos a 6 que a los 6,6 millones de la
primera vuelta) producto de la desidia, un aumento considerable de los votos de
Matthei, más cercano a los resultados de diputados, incluso puede que algo mayor
(2,3 millones de votos), y un leve incremento de los votos de Bachelet (algo
más de 3,3 millones). Un resultado realista y conservador sería un triunfo de
Bachelet con un porcentaje entre 54 y 62% de los votos (mayor al obtenido en
segunda vuelta de 2005 frente a Piñera). De esta forma, a la derrota de la
Alianza en diputaciones y senatoriales, se puede sumar un estrepitoso fracaso
en las presidenciales, con la mayor diferencia entre candidatos desde 1989.
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