En los últimos días el video del comediante Stefan Kramer, A votar!, en
el cual representa a la perfección a José Antonio Gómez, remeda a un lánguido
Andrés Velasco, imita a un hiperactivo Claudio Orrego y simula a un enérgico
Pablo Longueira ha sido viral con más de un millón de reproducciones en You
Tube. Más allá del excelente trabajo de imitación, el video será recordado por
la exagerada forma fricativa del hablar de Longueira y su expresión “shentro
shotsial”. Más allá de lo gracioso de la dicción, el concepto de “centro social”,
que ya había sido cuestionado a partir de un debate semanas atrás, la noción requiere
un análisis.
El centro, políticamente hablando, corresponde a un conjunto de
pensamientos, dentro del espectro político, que se encuentran en una posición
moderada y consensuada entre aquellas ideologías de derecha, conservadora y
capitalista, y aquellas de izquierda, progresista y socialista. Esta es una
visión algo retrógrada para simplificar en una sola dimensión el espectro político.
En este enfoque tradicional de observar los pensamientos políticos, el centro
cobra importancia ya que corresponde a un grupo que, a modo de punto de apoyo
de una balanza, inclina las elecciones hacia uno u otro lado cuando toma una
posición hacia los extremos. Esto es de gran importancia en el análisis
estratégico electoral y con mayor significación para sistemas electorales
binominales como el chileno. La mayor dificultad del análisis electoral corresponde
a la determinación del volumen de personas que se definen de centro y su
tradicional grado de abstención (en los sistemas de votación voluntario) y de
rechazo (anulación de votos en los sistemas obligatorios de sufragio).
No obstante, como se dijo, el centro corresponde a una mirada sesgada y
anticuada de visualización del espectro político. Peor aún, se le ha tratado de
caracterizar de distintas formas, probablemente muchas de ellas erradas: que es
más conservador que liberal, que tiene un pensamiento social cristiano, que
está compuesta por personas de clase media y media alta, que es aspiracional,
entre otros.
En Chile, es un hecho que el centro es un grupo en franca reducción.
Entre el año 2010 y el 2012, las personas que se identificaban de centro
bajaron de 18 a 10% (Encuestas CEP). La misma encuesta, sin embargo, marca que
es muy susceptible a los hechos del acontecer nacional, identificándose
rápidamente hacia uno u otro extremo, según dichos hechos. Lo anterior sólo
ratifica lo que es una percepción clara de que el país ha cambiado en los
últimos años y que la mirada unidimensional ya no es válida para determinar el
centro. Hay una marcada polarización. Algunos hablan de la izquierdización de
la política. Esto sólo se confirmará en noviembre.
Lo cierto es que algunos, como Orrego, apostaban por un centro conservador,
social cristiano y aspiracional. El conservadurismo y la doctrina social de la
iglesia en Chile está claramente representada más por una derecha pechoña que
por un centro. Otros, como Velasco, creyeron en un centro liberal y socialdemócrata,
con más acierto. Allamand, definió un grupo extraño de centro: liberal pero no
tanto, capitalista y aspiracional; parece que no hay un centro de esas
características. Otros esperan atraer a un centro progresista y socialdemócrata,
como Marco Enríquez-Ominami, el cual le rindió frutos el 2009; ahora no se sabe
qué pasará con este grupo, si es que existe. Finalmente, Longueira apostó por un
centro social, el cual no está bien definido, pero parece ser un grupo de clase
media emergente que teóricamente no se siente representado por nadie.
El caso es, que la única candidata que apostó sólo por la izquierda
arrasó en las primarias. Ello significa varias cosas: La izquierda parece ser
mayoría; la derecha (por defecto) es minoría. Pero aún más minoría es este
centro que bordea el 20%. Pero por mínimo que sea, definirá la elección de
noviembre. Por eso todos querrán conquistar este centro, liberal, progresista,
aspiracional o “shotsial”.
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