lunes, 1 de julio de 2013

Bachelet Non Stop

El que de los casi tres millones de votos válidamente emitidos en la reciente elección primaria, el 53% hayan sido para la ex presidenta ha sido explicado de diversas formas, algunas peyorativas y otras eufóricas. La mayoría se centra en que obtuviese el 73% de los votos al interior del pacto Nueva Mayoría y, como de antemano se la daba por ganadora, la cifra casi carece de relevancia. Pero no deja de ser sorprendente.
Es cierto que las encuestas (tan vapuleadas y vilipendiadas últimamente) la daban por ganadora, pero nadie, ni los más optimistas socialistas esperaban que arrasara. Porque, seamos francos, eso fue lo que pasó: por paliza. Y con esta elección se derrumban mitos, como el que el caso 27 F afectó su imagen, para que comentar el avasallador triunfo de Bachelet en las zonas afectadas por el tsunami.
Pero qué explica este fenómeno electoral. Algunos se aventuran a pronosticar un triunfo en primera vuelta en noviembre; otros bajan el perfil y aseguran que cuando Lagos ganó a Zaldívar en primarias, luego empató técnicamente con Lavín. Pero eso no es comparable, tanto porque eran otros tiempos como porque no tenemos una comparación de lo que hubiese ocurrido en una primaria de la Alianza con Lavín compitiendo. El 27% de votos obtenidos por ambos candidatos de la derecha es el único indicador real de lo que hoy piensa la ciudadanía que se expresó en las urnas.
Muchos indican que la expresión de quienes concurrieron a las mesas electorales el domingo pasado son sólo partidarios y que cuando sea la elección general la composición volverá a la clásica fracción de fifty fifty. Eso es muy relativo. Habiendo votado más del 50% de electores que concurrieron para las anteriores elecciones con modalidad voto voluntario, la premisa se relativiza mucho. De mis clases de estadística recuerdo una máxima que indica que por más que agreguemos individuos al universo, el resultado es casi el mismo. Por ejemplo, bastó con saber lo que ocurría con el 20% de las mesas escrutadas para saber cuál era la tendencia general. A medida que se fue ampliando la muestra (agregando individuos al universo), los porcentajes variaron insignificativamente, excepto para las competencias estrechas, como ocurrió con la Alianza. Pero eso es parte de la representatividad de la muestra, cuestión que no vale la pena extenderse aquí.
Lo único diferente para noviembre es la incorporación del resto de los candidatos y la redistribución de los votos de los perdedores en esta vuelta. Pero Bachelet ya tiene un piso de más de un millón y medio de votos. En el mejor escenario de participación, si votasen los tradicionales 7 millones de chilenos que han tenido las últimas 5 elecciones presidenciales, la ex mandataria tendría ya cerca del 25% de los sufragios.
A Bachelet nadie la para. Ni el tsunami, ni las descalificaciones. Lo único que puede evitar su triunfo en noviembre es el trabajo de los candidatos que no estuvieron en la papeleta del domingo pasado. Cuántos electores sean capaces de convocar puede hacer que los votos no le den para una mayoría absoluta. La polarización del resultado indica que ambos bloques tratarán de disputarse el centro (liberal, social o como le llamen), que quedó huérfano y que se estima es cercano al 20%. Excepto que se lo “roben” otros candidatos.

Pero en segunda vuelta, claramente ya se conoce a la ganadora. Bachelet Non Stop.

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