La reciente agresión de un perro Rottweiler a una pequeña de dos años que se encuentra en estado grave en el Hospital Roberto del Río, revive un problema que de vez en cuando aparece en las portadas de los medios: la presencia de perros vagos y callejeros en la vía pública. El debate al respecto enfrenta a defensores de los derechos animales, para quienes el problema es la tenencia irresponsable de mascotas y, por otra parte, a vecinos y autoridades locales que estiman que el problema es de seguridad y salubridad. Tal como si fueran antagonistas, ambos grupos se enfrascan en una estéril discusión sobre las medidas que se deben tomar, radicalizando las posturas, por una parte, educar a la población sobre las responsabilidades que se deben asumir al tener mascotas y los derechos que éstas tienen y, por otra parte, esterilizar la población canina de las calles y eliminar a los perros que sean peligrosos. Pues bien, cada cierto tiempo surgen grupos animalistas alzando sus voces en protesta por actos que afectan los derechos de los cuadrúpedos y también aparecen noticias de matanzas de animales por funcionarios municipales o por vecinos, como lo ocurrido en San Joaquín en octubre pasado.
Pero lo concreto es que cada día decenas de personas son mordidas y ocurren casos dramáticos como el de la pequeña de dos años o el del hombre que murió en La Serena tras ser atacado por dos perros Pitbull y no se toman las medidas correctas. Cada día son abandonadas mascotas en las calles, deambulan buscando alimento, se reproducen, son “aguachados” por vecinos y por guardias de industrias, condominios y constructoras. Se estima que sólo en el Gran Santiago hay más de 200.000 perros vagos y callejeros. Los primeros no tienen dueños y son fruto de la reproducción de perros en las calles, mientras que los segundos son perros con dueños que los dejan libres en la vía pública. Los efectos no sólo son mordeduras y agresiones; las peleas de jaurías que generan inseguridad, las enfermedades y la suciedad que provocan al buscar alimentos en basureros provocan problemas sanitarios.
Es cierto; hay que educar a la población. Tener una mascota implica necesariamente responsabilidades. Ante el boom de las mascotas la población no ha tomado conciencia de lo que ello implica. Proliferan tiendas de mascotas, peluquerías caninas, tiendas de alimentos -¿Recuerdan cuando a nuestros perros los alimentábamos con la comida que se hacía en casa?- hoteles de mascotas, cementerios, en fin. Los animales viven en un mundo paralelo al nuestro. Si bien la mayoría de las familias tienen consciente y juiciosamente a sus mascotas, con los cuidados necesarios para con ellas y para con los demás, otras tantas familias simplemente no conocen el concepto responsabilidad.
Pero este es el origen del problema. El tema es que tenemos una población creciente de perros vagabundeando por las calles generando los inconvenientes ya mencionados y nadie hace nada. Los municipios, generando ordenanzas locales que se transforman en letra muerta cuando no se ejecutan las gestiones pertinentes (esterilizaciones y recogida de animales desde la vía pública), y si las acciones se ejecutan, aparecen los defensores de los animales. Aquellos que rasgan vestiduras: ¿están dispuestos a hacerse cargo de perros vagabundos? ¿Cuál es la solución que ellos plantean para resolver el problema? En un mundo ideal, la población dejaría de botar sus mascotas, pero ¿qué hacemos con aquellas que ya están en las calles y se reproducen día a día?
Si existiera la antigua y vilipendiada perrera con un buen sistema de gestión, los perros extraídos desde las calles tendrían un destino claro. Aquellos que tienen dueños o tenedores, éstos los reclamarían y se les cobraría una multa por dejarlos sueltos; probablemente tomarán medidas para evitar nuevas sanciones (aquí la responsabilidad de los amos). Aquellos que no tienen dueños o tenedores y están en buenas condiciones de salud, podrían darse en adopción (aquí la responsabilidad de los defensores de los animales). Aquellos que están en malas condiciones o revisten un peligro para la población, sencillamente podrían ser sacrificados. Pero claro, no es una decisión políticamente correcta y los alcaldes no están dispuestos a sumir su responsabilidad: atender la seguridad de la población. Aquí, supongo, nadie dudará que los derechos humanos están por sobre los derechos de los animales. Si alguien piensa lo contrario, simplemente algo está mal en nuestra sociedad.
Claro, esto no se implementa porque estamos esperando una legislación al respecto (como si ella por sí sola solucionara el problema), y esperando una gestión eficiente por parte de las autoridades sanitarias y locales.
Por de pronto, decenas de personas al año sufrirán agresiones brutales por parte de perros vagos y callejeros. A seguir esperando y debatiendo sobre los derechos de los animales y la inseguridad.
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